Con Trump hay que Lidiar; a Maduro hay que Mandarlo al Diablo

Si Donald Trump es un patán impredecible, tal como lo describe la prensa de su país, el venezolano Nicolás Maduro es un oscuro dictadorzuelo, provocador que denigra y ensucia cualquier idea que se tenga de política y diplomacia. Fiel gorila heredero de las sanguinarias dictaduras sudamericanas.

Ayer el presidente mexicano Enrique Peña Nieto quedó en medio de los dos personajes. Y hay que decir que en esta ocasión salió bien librado: en el trato con el jefe de la Casa Blanca, esta vez no se dejó envolver, ni enredar ni intimidar por la verborrea amenazante de su interlocutor; en el caso del dictador sudamericano, lo dejó hablando solo, aunque tal vez sí en su cabeza quedó la posibilidad del retiro de la embajadora mexicana en Caracas, Sylvia Guadalupe Sevilla.

La primera pinza contra el jefe del Ejecutivo mexicano fue la filtración de una conversación telefónica que tuvo con su homólogo estadounidense el pasado 27 de enero. The Washington Post la publicó y fue rápidamente reproducida por la prensa nacional.

Lo que evidencia la plática -o el intento- es lo difícil que resulta hilar un diálogo con un personaje como Trump, quien brinca y brinca de un tema a otro sin coherencia. Del muro va a los aranceles que pretendía o pretende imponer -con él ya no se sabe- a las exportaciones mexicanas, luego al tema del combate al tráfico de drogas, regresa a los aranceles… y termina por decirle a Peña que “son hermosas sus palabras” y que hasta lo apoyaría para hacerlo tan popular que en México “pedirían su reelección”.

Se expresa bien del canciller Luis Videgaray y hay un momento curioso en dicha conversación en que le dice a Peña que son “ellos dos contra el mundo”.

El presidente de México en todo momento guarda la compostura, es respetuoso y siempre llama de usted a Trump, quien en cambio tutea. En el tema del muro fronterizo le dice al estadounidense que nuestro país no pagará nada en el caso de su eventual construcción y trata de llevar la conversación en los términos de una buena relación entre las dos naciones. No cae en provocaciones -Trump habla, habla y habla- ni se deja seducir con eso de la “popularidad” y las “hermosas palabras”. Esa es la verdad, y hay que decirlo.

La segunda pinza, esta sí con dolo y ganas de sangrar, fue la de Nicolás Maduro. El sátrapa venezolano se apareció en la escena y despotricó contra Peña.

Según su interpretación, “el jefe” Trump maltrató a su “empleado” Peña. Ignorante, se atrevió a recordar a Emiliano Zapata, Pancho Villa y al general Lázaro Cárdenas del Río sólo para llamar “cobarde” al presidente de México.

Ensucia el sátrapa la memoria de los próceres mexicanos. Hay que decirlo.

Bien que Peña no le haya respondido. Bien que a través de las redes sociales el canciller Luis Videgaray le haya recordado su cobardía de dictador que se mantiene en el cargo sólo por el apoyo de las fuerzas armadas de su país.

Conclusión: con Trump hay que lidiar; a Maduro habría que mandarlo al diablo… ¿o cómo dicen sus seguidores en México? Sí, claro: ¡al diablo con sus dictadores!

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!