El gobernador Silvano Aureoles mantendrá la estrategia en seguridad que hasta ahora le han dado resultados y permitido, paulatinamente, disminuir la incidencia delictiva y cambiar la imagen de la entidad en el resto del país.
Todo en el marco del diagnóstico que se tiene: hoy en Michoacán las células criminales que aún operan en el territorio no dominan ni ejercen el control de municipios como lo hacían antes; esos grupos están dispersos, y perseguidos sus líderes, se volvieron reactivos. Su existencia, peligrosidad y violencia no están en duda; pero tampoco su disminuida organización y limitado poder de infiltración.
En el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) hay pleno reconocimiento a los resultados que ha obtenido Michoacán, que a partir de la continuidad de la estrategia y la coordinación institucional con la federación, pasó de ser una de las entidades más violentas y peligrosas, a una de las cinco con menor incidencia delictiva.
Pero más allá de los números y estadísticas, el hecho de que las células del crimen organizado no se hayan reagrupado; se mantenga la persecución y captura de los cabecillas de estos grupos, y no se haya vulnerado ni roto la línea de mando, es lo que se tiene identificado como los signos más positivos del proceso que ha seguido Michoacán, sobre todo desde la llegada de Silvano Aureoles a Casa de Gobierno.
Lo anterior, en una lectura simple de los hechos, puede resultar un contrasentido a tres días del asesinato del comandante Rogelio Arredondo Guillén, director de Investigación y Análisis de la Región Morelia de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) y uno de los hombres de mayor confianza del procurador Martín Godoy Castro.
Pero en el seno del Grupo de Coordinación por la seguridad en Michoacán, se tiene otra lectura, otro diagnóstico: mientras siga la estrategia de persecución contra los líderes y operadores de esas células delincuenciales y firme la coordinación de acciones contra estos criminales, van a reaccionar e intentar cometer delitos de alto impacto con el objetivo, por un lado, de distraer y amedrentar a mandos y corporaciones policiacas, y por el otro, provocar el descrédito de la autoridad, amén del miedo entre la ciudadanía.
Esto es, en el Grupo de Coordinación, hay convencimiento de que el atentado contra el comandante Arredondo fue una reacción de los grupos delictivos que más recientemente han sido disminuidos por las aprehensiones de algunos de sus líderes.
Así es de que ante la pérdida, una sola convicción: no hay marcha atrás. Dicen que la ruta trazada, hoy por hoy, es la mejor opción.
Aquí se queda… ¡aquí entre nos!