Michel Barnier, negociador jefe de la Unión Europea (UE) para el Brexit, ha dado hoy dos semanas al Reino Unido para hacer las concesiones suficientes para llegar a un principio de acuerdo sobre los tres puntos principales de la negociación: derechos de los expatriados, frontera de Irlanda del Norte y factura por los compromisos financieros pendientes del Reino Unido.
De lo contrario, Bruselas no va a empezar a las discusiones sobre la relación comercial y política futura entre el Reino Unido y los 27, ni sobre una eventual fase de transición.
«¿Puede usted confirmar que va a necesitar clarificaciones o concesiones, por parte del Reino Unido en dos semanas, para poder pasar a la segunda fase en diciembre?», preguntó una periodista alemana a Barnier en la rueda de prensa posterior a la sexta ronda de negociaciones. «Mi respuesta es que sí», respondió el francés. Y lo dejó ahí.
Pero su contraparte negociador, David Davis, se resiste. «Solo llegaremos a un acuerdo en el marco de la negociación sobre la relación futura», afirmó durante su intervención ante la prensa.
Londres necesita esos acuerdos como agua de mayo para dar seguridad jurídica a empresas y ciudadanos y evitar la incertidumbre o el miedo a una desconexión a lo bruto. Esta supondría que el 29 de marzo del 2019, el Reino Unido pasaría a ser un país tercero, con la reinstauración de aranceles en todo el comercio bilateral, y dejaría a la mayor parte de bancos de la City sin pasaporte para operar en el continente, dejaría sin derechos a los tres millones de ciudadanos comunitarios que residen en el país y volvería a imponer una «frontera dura» que partiría de nuevo a Irlanda en dos.
Tras seis rondas de negociaciones, los tres frentes están atascados. El negociador jefe de la UE a 27, Michel Barnier, ya usó la palabra «punto muerto» el mes pasado y no parece que la situación haya cambiado para mejor. El mensaje de Bruselas es unívoco: para resucitar la negociación van a hacer falta cesiones.
En una negociación normal, ambas partes tienen que ceder para llegar a un acuerdo. Y algo así tendrá que ocurrir, pero en Bruselas se han conjurado con una idea: quien ha roto la baraja ha sido Londres y es Londres quien más tiene que ceder.
En el tema del dinero, los 27 barajan cifras de 60,000 millones de euros. Londres ha pasado de decir informalmente que no iba a abonar apenas nada a poner 20,000 millones encima de la mesa. «Ni para empezar», resumían en octubre fuentes diplomáticas.
Sobre los derechos de los expatriados, parece que Londres y Bruselas hablan el mismo idioma, pero aún discrepan en un asunto clave: quién es el árbitro en caso de discrepancias. La UE quiere que sea su Tribunal de Justicia, pero Londres se niega a seguir bajo la jurisdicción de una de las instituciones más alérgicas para ‘los brexiteers’.
Y en Irlanda el problema va a tener que ser muy creativo. Ahora no hay frontera, pero el Brexit crea una. ¿Cómo hacer para tratar de mantener la normalidad comercial y personal en la región, pero a su vez imponer los controles necesarios en una frontera donde hay que aplicar aduanas y aranceles? El Reino Unido pide a la UE buscar soluciones creativas, pero la UE se remite al principio anterior: tú lo has roto, tú lo arreglas.