Leucemia, Cáncer Más Común en Niños

Hace siete meses Uriel comenzó a defender su vida. La primera señal de alerta fue la palidez de su rostro y un dolor de espalda tan fuerte como nunca había sentido. A esos síntomas siguieron visitas interminables a clínicas y hospitales en una lucha contra el reloj. Luego vino la respuesta que nadie quería escuchar: con ocho años, Uriel era diagnosticado con leucemia.

La alta incidencia del cáncer infantil es considerada como uno de los principales problemas que enfrentan los países en vías de desarrollo.

En México esto se cumple, pues la Dirección de Epidemiología de la Secretaría de Salud (Ssa) lo considera la primera causa de muerte entre menores de cuatro a 15 años. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) lo comprueban.

Datos oficiales indican que de 2010 a 2015 han muerto 13 mil 710 menores de entre 0 y 17 años a causa de cáncer. Sólo en 2010 fueron 2 mil 443 los que perdieron la vida, cifra que cinco años después, en 2015, disminuyó a 2 mil 235 muertes. Pese a esa aparente reducción, la tasa de mortalidad por esta causa no ha disminuido pues desde 2010, de cada 100 muertes por cáncer, tres fueron de niños. Una tendencia que se ha mantenido durante cinco años.

A esto se suma que la leucemia es el cáncer más común en niños, pues es la responsable de 50% de las muertes.

El cáncer infantil puede empezar con un dolor óseo intenso, como en el caso de Uriel, pero no es el único síntoma. Según el Centro de Cáncer ABC, existen al menos cinco señales de alarma para detectar esta enfermedad.

La primera de ellas son moretones o sangrado de nariz o encías, seguido de palidez y cansancio. También puede presentarse pérdida de peso sin razón aparente o inflamación persistente en ganglios sin razón infecciosa. Precisamente la detección temprana de estos síntomas será la que determine las posibilidades de cada paciente para vencer el padecimiento.

Así lo entendieron los padres de Uriel. Fue por esa razón que desde que recibieron la noticia decidieron que su hijo tenía que vivir. Desde entonces, cada semana viajan desde Cancún, en Quintana Roo, hasta Mérida, en Yucatán, para que Uriel reciba el tratamiento que no le proporcionaron en su ciudad, pues en Cancún no hay hospitales públicos especializados en Oncología.

«El IMSS nos tuvo que canalizar al que está en Mérida. No podíamos dejar pasar más tiempo, cada día estaba peor la situación, Uriel ya no tenía fuerzas», relata Lizbeth Arvizu, su madre. Siete meses después del diagnóstico, Uriel ya toma las primeras quimioterapias.

Aunque se muestra triste pues su hijo ya comienza a perder el cabello por el tratamiento, Lizbeth señala que trata el niño trata de conservar su vida normal: «No es que no pueda hacer las cosas de un niño normal, sólo tiene que cuidarse más»; no obstante, reconoce que su hijo ha tenido que dejar el futbol porque se cansa y no puede comer todos los alimentos. También dice que ya no va a la escuela; se quedó en segundo año de primaria.

Los más vulnerables. De acuerdo con el Centro de Cáncer ABC, los más vulnerables al cáncer infantil son niños en edad preescolar, es decir, cuatro a cinco años, seguidos de niños de entre nueve y 11 años. También indica que entre las principales causas del cáncer pediátrico se encuentra el estilo de vida de los padres previo a la concepción y durante la gestación, pero indica que el antecedente genético es el principal factor de cuidado.

Cifras de la Alianza Anticáncer Infantil de México señalan que entre 70% y 75% de los menores que viven con ese mal pueden curarse si se les detecta a tiempo y reciben un tratamiento adecuado. Los padres lo saben pero están conscientes de que no será un camino sencillo. «Hay muchas probabilidades de que se cure, serán tres años de tratamientos y cinco más de vigilancia; para curarse por completo deben pasar ocho años», explica Lizbeth.

Uriel sabe que está enfermo y que debe recibir quimioterapias, como le han explicado sus padres.
Confiesa que ya se acostumbró a las agujas y que quiere estar sano «para volver a jugar fútbol con sus amigos». «Cuando me recupere regresaré al futbol, es mi deporte favorito», explica el pequeño. La familia, mientras tanto, no se da por vencida.